
Aprendí ese juego de cartas como a lo 7 años quizás, me lo enseñó mi madre. Recuerdo que me encantaba jugarlo… ¿por el gusto a impredecible? ¿por el viento que se siente en la cara cuando nos roza el azar? En este juego, más que del triunfo o de la derrota, se aprende de la fugacidad. Me atrae reconocerme en mis gustos de niña.
Este tiempo me he visto desde afuera siendo una carta y un jugador de ese juego.
El amor parece no tener propiedad privada, o quizás existe hasta que ese par de cartas o eso que se poseía, pasa a pertenecer a otro jugador.
El espíritu se alimenta del ser amado, y todo sigue bien mientras el espíritu re-alimenta al ser amado, pero de pronto, en ‘otra vuelta del espiral’ otro jugador aparece con el mismo número de la carta que encabeza el montón acumulado… bebe de ese espíritu renovado y luego exhibe en el espacio exterior un renovado montón de cartas, con la cara de una nueva carta, y así sucesivamente… La carta que encabeza el montón es la cara y el cuerpo que sigue transcurriendo en el espacio, visible para cualquiera que se cruzará y de pronto dejará de ser cualquiera porque anda con una cara parecida, que hará un nuevo par… Nadie sabe para quien trabaja.
- Mamá: ¿juguemos al ‘nadie sabe para quien trabaja’? -
PD: escribiría otra cosa acerca de este día también, pero la tentación me condujo por acá. De la motivación inicial, al menos quiero expresar que todos los periodistas deben detenerse y corregir su expresión: no es “el día del trabajo”, es “el día del trabajador”. Y ojo, hace 100 años fue la matanza de Santa María; en el colegio de Iquique en el que los trabajadores se amotinaron, se encontraron barajas de naipe español…
Este tiempo me he visto desde afuera siendo una carta y un jugador de ese juego.
El amor parece no tener propiedad privada, o quizás existe hasta que ese par de cartas o eso que se poseía, pasa a pertenecer a otro jugador.
El espíritu se alimenta del ser amado, y todo sigue bien mientras el espíritu re-alimenta al ser amado, pero de pronto, en ‘otra vuelta del espiral’ otro jugador aparece con el mismo número de la carta que encabeza el montón acumulado… bebe de ese espíritu renovado y luego exhibe en el espacio exterior un renovado montón de cartas, con la cara de una nueva carta, y así sucesivamente… La carta que encabeza el montón es la cara y el cuerpo que sigue transcurriendo en el espacio, visible para cualquiera que se cruzará y de pronto dejará de ser cualquiera porque anda con una cara parecida, que hará un nuevo par… Nadie sabe para quien trabaja.
- Mamá: ¿juguemos al ‘nadie sabe para quien trabaja’? -
PD: escribiría otra cosa acerca de este día también, pero la tentación me condujo por acá. De la motivación inicial, al menos quiero expresar que todos los periodistas deben detenerse y corregir su expresión: no es “el día del trabajo”, es “el día del trabajador”. Y ojo, hace 100 años fue la matanza de Santa María; en el colegio de Iquique en el que los trabajadores se amotinaron, se encontraron barajas de naipe español…